jueves, 25 de diciembre de 2008

Del dolor de la ausencia , a la presencia construida.


Del dolor de la ausencia en el pasado
(al terminar el siglo XX)
¡Padre!
Mis ojos nacen húmedos
a la claridad del día.
El corazón apretado por la mano
del pasado que no cesa.
La mente golpeada por el puño
de imágenes que ya no viven
si no es por el recuerdo.
Sonidos que me atormentan
en el renacer del día.
Martillazos de un tormento
que aparece con tu ausencia,
que vive en mis sentimientos.
Garganta machacada por un grito
que al ahogarse en los pulmones
hinca en mi cama su filo
llamándote al infinito.
Recta inclinación de un lazo
asido siempre a mi vida,
que entre luz de un nuevo día
de frágil color, sin rayos,
me debilita el fragmento
que de intensidad agarro.
Movimiento que alza y baja
la solicitud del alma;
como una calma y un viento
que azotan de lado a lado
el camino indefinido
por el que resurge el alba.
Recuerdo para tu caudal
de voz encendido
que acababa con mi mirada,
que encontró en mí
la indecisión del alma
(que colgada se escondió
y ahora me atrapa).
Movimiento de alza y baja
que rompe rama tras rama.
Diálogo interrumpido
por un llanto que reclama.

La presencia construida en el presente
(terminando la primera década del nuevo XXI)
En esta noche feliz
que llama al dolor de las ausencias,
la alegría, que tú cantabas,
tiene su fiel estallido en el sabor infantil
que empuja hoy nuestras vidas,
en los brazos que imitan tu pandereta,
en los labios que a ti tanto me recuerdan.
En este día feliz
que anuncia el recuerdo de tu ausencia,
nada interrumpe el diálogo
que va más allá de las palabras;
a pesar de que mi mirada,
que fantasiosa y discreta
se dirige a la oscuridad de la puerta
para buscarte,
no encuentra en ella ni tan siquiera
un reflejo imaginado de tu destello sonriente,
a veces triste,
entre cantos, calor y nochebuenas.
En esta semana feliz,
que desde su peor cara recuerda las ausencias
y empuja cansina a la luz de las estrellas,
te hablamos ya sin decir,
te vemos ya sin colores,
te oímos ya sin cadencias.
En este año feliz
en el que hemos conseguido escalar la vida,
te hacemos participar
de nuestras empresas atrevidas.
Así, ¡padre!
mis ojos nacen iluminados por tu presencia
en la claridad del día,
aunque a veces el corazón apriete
con la fuerza de los puños del pasado;
aunque a veces los pulmones
ahogen el salto del alma.
Así, ¡padre!
siempre serás la recta inclinación de un lazo
asido siempre a mi vida.