Pasaron años.
Para algunos
la mitad de media vida.
Pasaron días.
Historias, cenas y huídas.
Murmullos y voces,
pasado y futuro entre comida.
Y al pasar,
cuando la entrega y el tiempo
no ponen el límite,
como si de ayer estuviésemos hablando...
Se encontró el momento.
Tras el aperitivo en el bar;
tras los recuerdos de una lucha que no acaba;
tras los colores del pincel
sobre las telas femeninas,
tras las dudas en el amor;
tras la felicidad del niño
entre juego, risas y alegría;
tras la sorpresa bien guardada,
tras el preciso objetivo de la cámara
que recorrió cien bosques;
tras el mojito
en el refrescante murmullo del silencio...
Se encontró el momento.
Sumando las cuerdas de su guitarra,
de una bandurria y de las gargantas,
evocamos la mitad de media vida
y un cuarto de nuestra alma;
trajimos el gen heredado
de la canción de la patria;
nos elevamos a la compañía
del cariño en la batalla.
Llegó el momento de la magia,
en secreto construida
con la luz de las penumbras
que reinan en cada casa;
llegó cuando la noche se agita
sobre los tejados grises
en los que valiente se desliza
un gato cojo que es libre;
nos alcanzó sin remedio
cuando la noche se arrima,
aunque todos empujemos
para frenar su salida.