domingo, 4 de enero de 2009

La urgencia diaria que sobrevivirá al corazón helado.

En esta noche de obligada ausencia,
mis pensamientos se entrecruzan
como chorros de agua que colapsan
por inercia el pie de una cascada.
Me domina la rama silenciosa
del quererte para mí.
Urgencia diaria.
Mirarte.
Sentir tu cuerpo.
Acariciarte.
Verde resistir en la caricia del sueño
para salvar, al llegar el día,
la distancia que me acerca
a un reflejo inesperado que por obtuso
hace evidente esta malsana dejadez.
¡Tan sólo quiero una línea
sobre la faz del murmullo!
¡Tan sólo unos suaves trazos
en la oscuridad de mi orgullo!
Quiero salir a llamar
a la puerta del dulce sabor a licor.
Quiero salir a pasear
por ese parque desatendido,
que aunque sólo tiene ya la llave
de no ser hoy destruido,
agradece su roto vestigio.
Quiero salir a oír tu voz,
a llamarte en mi camino;
pero hoy sólo me atiende
un susurro encadenado
a las ramas de la noche,
como aspaviento por recoger
y motivo por agradecer.
Quiero salir y me quedo.
Fuera, nadie notará mi ausencia
cuando me agarro al recuerdo
de tu caricia consuelo.
Mastín y duermevela.
Ilusorio perfil para un mundo
de estreno y atril sonoro.
Ayer, sinfónica compañía.
Hoy, dolorosa soledad
herida por la memoria del ayer.